En la industria de la música, podría decirse que la peor tragedia que le puede ocurrir a un artista es morir en su mejor momento, cuando apenas comienza a abrirse paso hacia la corriente principal y llegar a la gente a nivel nacional o internacional. Uno de esos artistas fue Jim Croce, un compositor con una habilidad especial tanto para sencillos alegres y pegadizos como para baladas empáticas y melancólicas. Aunque Croce sólo grabó algunos álbumes de estudio antes de un prematuro accidente aéreo, se le sigue recordando póstumamente. Croce atrajo a los fanáticos como un hombre común, y no fue un truco: era un padre y esposo que pasó por una serie de trabajos manuales. Y ya sea que usara un ingenio seco, emociones suaves o tristeza, Croce cantó con una rara forma de honestidad y poder. Pocos artistas han sido capaces de lograr una narración tan realista de manera tan convincente como él.
La carrera de Croce alcanzó su punto máximo después de su muerte. En diciembre de 1973, apareció el álbum I Got a Name, pero fue “Time in a Bottle”, de You Don’t Mess Around with Jim de 1972, el que se convertiría en su segundo sencillo número uno. Poco después, “I’ll Have to Say I Love You in a Song” alcanzó el Top Ten. Se lanzaron varios álbumes póstumamente, entre los que destaca esta colección de grandes éxitos “Photographs & Memories”, que se convirtió en un éxito de ventas. Posteriormente se publicaron varias otras compilaciones, como el lanzamiento de 1992 The 50th Anniversary Collection y la compilación de 2000 Time in a Bottle: The Definitive Collection. Al escuchar las canciones que grabó Croce, uno no puede evitar preguntarse hasta dónde podría haberlo llevado su extraordinario talento si hubiera vivido más. Desafortunadamente, esta pregunta sólo puede abordarse retóricamente, pero Jim Croce continúa viviendo en el impresionante catálogo de canciones que dejó atrás.