Voodoo Lounge confirmó que los Stones podían envejecer con gracia, pero nunca sonó moderno; sonaba clasicista. Con su sucesor, Bridges to Babylon, Mick Jagger estaba decidido a llevar a los Rolling Stones a los años 90, aunque sea de forma provisional, y contrató a colaboradores de moda como los Dust Brothers (Beck, Beastie Boys) y Danny Sabre (Black Grape) para darle al veterano grupo una ventaja en sus exploraciones de loops y samples de batería. Por supuesto, los Stones son los Stones, y ninguna producción va a borrar eso, pero el grupo es lo suficientemente inteligente (o Keith Richards es lo suficientemente testarudo) como para trabajar dentro de sus limitaciones y tener al productor Don Was actuando como productor ejecutivo. Como resultado, Bridges to Babylon suena como los Stones sin sonar cansado. La banda es unida y enérgica, y hay suficiente estilo en el sensual “Anybody Seen My Baby?”, el amenazador “Gunface” y el discreto y sórdido “Might as Well Get Juiced” para que suenen contemporáneos. Pero la verdadera clave del éxito de Bridges to Babylon es la composición sólida y artesanal. Si bien no hay ninguna maravilla en el álbum, no hay nada malo, con rockeros como “Flip the Switch” y “Low Down” que suenan tan convincentes como baladas como “Already Over Me”. Y, como siempre, Keith aporta tres ganadores, incluido el ejercicio de reggae “You Don’t Have to Mean It” y el lento “How Can I Stop”, que culminan otro excelente disco de los Stones de los últimos tiempos.
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