Catherine Bush nació el 30 de julio de 1958 en Bexleyheath, en Kent, Reino Unido, en el seno de una familia de clase media, ya que su padre Robert Bush era médico de cabecera, quien estaba casado con Hannah Bush, una enfermera irlandesa hija de un granjero de County Waterford.
Catherine pasó los años de su niñez en St. Joseph’s Convent School, donde estudió violín y piano, y fue criada bajo el catolicismo. La familia Bush además fue clave en la crianza musical de Kate, ya que Hanna Bush era una bailarina tradicional de la cultura irlandesa, Robert Bush era pianista aficionado, Paddy era lutier (fabricante y reparador de instrumentos musicales acústicos) y John era poeta y fotógrafo, además de que ambos hermanos eran conocidos en la escena folk local.
A la edad de 16 años fue descubierta por David Gilmour de Pink Floyd, quien quedó asombrado con el talento de la joven Cathy. Logró entonces, por mediación de Gilmour, grabar algunas de sus canciones y, pronto, la discográfica EMI se interesó por sus composiciones. Sin embargo, una vez que Cathy se introdujo en la escena musical consideró a partir de ese momento tomar el nombre de Kate, firmó un contrato con la casa de discos, no se sumergió directamente en la grabación de su primer trabajo, sino que durante tres años recibió clases de mimo, danza y canto, de manera que pudo desarrollar con creces sus aptitudes y lograr un conocimiento musical profundo.
Llegada a la edad de 19 años, Kate Bush se embarcó en la difícil tarea de registrar sus canciones en el que sería su primer álbum, lanzado en 1978, The Kick Inside, que supuso una propuesta alternativa en un momento en el que el mundo parecía vacilar entre la agitación punk y el disco-pop más descarado.
Será en 1980 cuando Kate Bush decida dar un giro a su forma de concebir canciones: Never for Ever, su tercer trabajo, fue compuesto y grabado empleando casi exclusivamente sintetizadores y cajas de ritmos. El abandono progresivo del piano clásico impulsó el uso casi sistemático de nuevos instrumentos electrónicos, que permitieron a la cantante ampliar sus horizontes sonoros y crear nuevos efectos. Las canciones viajan por territorios tan dispares como la balada folk («Army Dreamers»), los experimentos corales («Night Scented Stock»), o el pop impregnado de sonidos medievales y orientales («All We Ever Look For», «Babooshka»).
Never for Ever permitió a Kate Bush regresar a los primeros puestos de las listas. Los sencillos alcanzaron ciertamente popularidad, pese a que en esta ocasión los temas tratados mostraban ya las inquietudes y opiniones de Bush: «Army Dreamers» esconde, bajo su delicado aire de vals, una crítica al sistema británico y «Breathing» reflexiona sobre los peligros de una catástrofe nuclear. «Blow Away» es un tributo dedicado a un amigo íntimo fallecido.