Jeff Buckley era muchas cosas, pero humilde no era una de ellas. Grace es un álbum debut audaz, lleno de estribillos amplios, arreglos grandilocuentes, letras inquisitivas y, sobre todo, la voz ricamente texturizada del propio Buckley, que parecía un cruce entre Robert Plant, Van Morrison y su padre Tim. Y ese es un buen punto de partida para su música: Grace suena como un álbum de Led Zeppelin escrito por un folk ambicioso con afición por el lounge jazz. En sus mejores momentos (la vertiginosa canción principal, “Last Goodbye” y la triste “Lover, You Should’ve Come Over”), el dominio de Buckley encontró su alcance con resultados sorprendentes; en el peor de los casos, Grace es simplemente prometedora.
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